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DIARIO DE LEÓN 29-3-2023



El pinus mugo o pino negro que se alzó con el doble premio en Genk estaba enfermo cuando hace diez años llegó a manos de Rubén Ciezar Villanueva. El bonsái había ganado el primer premio europeo con su anterior propietario, pero por algún motivo unos hongos minaban su existencia. En León, su nuevo dueño logró sanarle y subirle de otra vez al podio de los árboles pequeños.

Este bonsái, que con sus 70 centímetros de altura es considerado de tamaño grande, tiene el mérito de ser el único árbol europeo que ha ganado el certamen. Y por dos veces. Sus raíces, de 250 años de antigüedad, hay que buscarlas en Suiza. En el certamen internacional de Genk, la meca europea de los bonsáis, el ‘mugo’, como le llama familiarmente su dueño, ha obtenido dos premios: el First Prize Conifer Bonsai y el WBFF Award de la Federación Mundial de Bonsais.

Este pino mugo que se ha convertido en el mejor bonsái de Europa alcanzó el estado de bonsái hace 35. «En Europa es una antigüedad alta porque hace 40 o 45 años que se trabajan los bonsáis por aquí y es difícil encontrar árboles que estén trabajados desde hace más de 40 años», explica el coleccionista leonés.

Es un árbol «muy viejo, muy bien trabajado y muy maduro». Además, cuenta con una maceta de origen chino de unos 200 años y pegada con oro, lo que aumenta su valor debido a que tras romperse fue reparada con la técnica japonesa del kintsugi o reparación dorada. El de las macetas es «otro mundo increíble», apostilla el criador de bonsáis. Las hay que llegan a valer hasta

El pinus mugo o pino negro es una especie arbórea que se da normalmente a partir de 1.000 o 1.500 metros de altitud y en la Península se da en los Pirineos. En el periplo de Suiza a León el mugo se ha adaptado sin mayores dificultades a la climatología leonesa.

Rubén Ciezar Villanueva también repite primer premio. En 2020, en el último certamen anterior a la pandemia que lo ha mantenido en suspenso durante dos años, también se alzó con el galardón al mejor bonsái de Europa con otro ejemplar, un ficus, y en 2018 y 2019 consiguió los segundos premios. Además en el certamen madrileño de la Unión del Bonsái Español (UBE) también consiguió el primer premio.

Son tantos que ya no lleva la cuenta de los premios que le ha dado una pasión que cultiva desde que era niño y que nació a la par que se embelesaba en la tele con la serie Kárate Kid, en la que vio los primeros bonsáis, confiesa.

«En 2024 se cumplirán 40 años desde que empecé con la afición. En la floristería Peris de León vi el primero de cerca. También me ayudó que mi madre siempre ha sido aficionada a la jardinería», explica.

Su campo de entrenamiento fueron los numerosos arbolitos que le compraban en el Rastro cada domingo «cuando aún se hacía en la plaza Mayor: me compraban un arbolito pequeño de jardinería para hacer las podas», Muchos se estropearon en el intento. Por aquel entonces «no existían casi ni libros ni manuales, no es como ahora que en internet se encuentra todo tipo de información y tutoriales».

La pasión por los «árboles en bandeja» le marcó tanto que estudió la ingeniería agrícola con el fin de tener los conocimientos científicos y técnicos para trabajar y cuidar bien de sus bonsáis. Lo cierto es que nunca ha ejercido profesionalmente como ingeniero, tampoco vive de los bonsáis, una dedicación profesional que apenas reúne a medio centenar de especialistas en España.

Ciezar es empresario y desde hace dos años viven a caballo entre León, donde tiene su establecimiento, y Asturias donde vive a orillas del mar. En sus casi 40 años de vida con los bonsáis, este leonés ha reunido una colección de 70 ejemplares «de los mejores de Europa por su alta calidad» y otros tantos que están en camino de serlo a su cuidado. Y es que el bonsái no nace, se hace. El origen de estos arbolitos es chino, aunque las raíces artísticas hay que buscarlas en Japón. «Lo empezaron a hacer en China para mover las especies de un lado a otro y en Japón es donde surge el arte del bonsái», precisa.

El trasplante, la poda, el alambrado, el pinzado... y otras técnicas junto con el buen manejo de los tiempos son clave en el trabajo con los bonsáis. Una actividad «muy terapéutica» que popularizó en España Felipe González en su etapa de presidente de Gobierno y que comparten personajes tan dispares como Santiago Abascal —amigo personal del leonés a quien ha venido a visitar para ver su colección— o el cantante Bisbal. Luis Vallejo, el fundador del Museo Bonsái de Alcobendas y fue uno de los jardineros que cuidó de los bonsáis de Felipe González, es uno de sus conocidos.

«Con el estrés que tenemos en la sociedad actual el bonsái te ayuda porque estás muy enfocado y desconectas la cabeza», asegura Ciezar. Eso sí, cuando la pasión alcanza las dimensiones de la que este leonés tiene por esta práctica el tiempo de dedicación no una cuestión baladí. «Le echo tiempo. Un par de horas diarias de media. A veces me ayudan amigos profesionales», apunta.

Aunque cuando se es padre de tantas criaturas es difícil quedarse con una, admite que su favorito es el mugo. Un bonsái que, dentro del tamaño de estos árboles, está entre «los grandes y es muy pesado». También guarda especial devoción por los tejos, de tamaño mediano.

Otro de los méritos que tiene su colección es la gran variedad, aspecto que también dificulta la conservación. No es lo mismo tener que atender a las diferentes características y comportamientos de muchas especies que especializarse en una en concreto. La colección abarca coníferas (sobre todo tejos, pinos y juníperos) y árboles caducos (hayas, frutales y arces).

Los concursos se celebran entre finales de otoño y finales de invierno porque es la época en que los árboles «están más parados y les afecta menos el movimiento». Además, es importante que sean contemplados sin hojas en el caso de los caducifolios porque «hay que ver la ramificación. Cuanto más fina sea, mejor considerada está», explica el amante leonés de los bonsáis.

Además de los premios, Ciezar comenta con orgullo la reciente participación de uno de sus bonsáis en un certamen en Japón. «Solo poder llegar allí ya ha sido un premio, porque no es fácil que un árbol europeo sea admitido y hemos sido los segundos en la historia», explica. Se refiere al certamen de Tai Kan Ten que se celebró en Kyoto en el mes de noviembre del año pasado.

Del valor económico de sus bonsáis y en particular del mugo que le ha dado tantas alegrías, por lograr recuperarle primero y ahora por el premio, prefiere no ser preciso: «Muchos miles de euros», señala.

La afición leonesa por los bonsáis estuvo muy arraigada en los primeros años de este siglo con la exposición anual que organizaba el Club Bonsái León. En Bembibre se celebró también un certamen en el que se exhibieron algunos de la colección de Felipe González y la Casa Real.

El concurso de Genk ha tomado el relevo a los focos de Italia y España por su accesibilidad para que puedan llegar los ejemplares desde diferentes partes del mundo.



Un museo del bonsái en León


Uno de los proyectos que tiene en mente el leonés Rubén Ciezar Villanueva es crear un museo del bonsái en León o en Oviedo, «donde más facilidades encuentre para hacerlo», comenta dadas las vinculaciones que tiene ahora con el Principado de Asturias. León es su lugar de elección y uno de los espacios que le ha llamado la atención es el nuevo parque Tierra de León que el Ayuntamiento de León desarrolla en La Palomera.

El hecho de que este parque tenga como temática la agricultura le ha parecido un espacio idóneo para poner bonsáis. Sólo algunos, los más sensibles al clima leonés, precisarían ser cubiertos durante la época invernal, pero el resto podrían estar al aire libre durante todo el año, tal y como él los tiene también en sus jardines. Una idea que espera que salga adelante en su ciudad.



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